Memorias de una puta: cómo perder la culpa y ganar dinero

Escrito el 13 de diciembre del 2021, por Nany Guerrerx.

¿Cómo me afectan sexualmente las relaciones de poder que existen en el mundo?¿Cómo afectan la forma en que me muevo e interactúo eróticamente con otras personas? – Marian Rocha (México)

Una herida común

No es coincidencia. Las personas de la sexodisidencia compartimos una herida común respecto a nuestra sexualidad. Reclamarse sexodisidente en una sociedad heteronormada es una celebración dentro de las comunidades lgbtiq+. Pero en el resto de nuestros entornos sociales, hacernos visibles muchas veces tiene consecuencias que desencadenan una serie de traumas que nos unen colectivamente. Nos unen tanto alegrías como dolores.

¿Cuál es la relación entre nuestra sexualidad y la justicia social? ¿Entre el placer y las finanzas? ¿Cómo se refleja el trauma sexual en nuestro desempeño laboral o en nuestra capacidad para cobrar? ¿Qué efectos tienen los sistemas de poder en nuestra sexualidad y erotismo? Estas fueron algunas de las preguntas que Marian, Malicia y Nany (México) trajeron a la mesa durante nuestro encuentro Memorias de una puta: cómo perder la culpa y ganar dinero en el Circuito de cuidados y sanación transfeminista de Semilleros en el Ciberespacio.

Activistxs y sanadorxs tuvieron la oportunidad de vivir, desde el performance y las narrativas del placer, una experiencia de reflexión y erotización colectiva para desarticular los obstáculos que nos impiden vivir vidas sensuales y placenteras, cobrar por nuestro trabajo y retomar nuestro poder sexual. 

Dinero y activismos

Como activistas, está mal visto tener dinero, pero también se nos reprocha no tenerlo. No contar con recursos suficientes pone en cuestionamiento nuestra capacidad de gestión y éxito. Al mismo tiempo, se nos invita a repartir, a no acumular, a considerar la precariedad como una decisión política, a no ahorrar porque eso es de neoliberales y siempre hay que darlo todo por la causa, a costa de nuestras vidas. 

“Tenemos la costumbre de dar pero nos sentimos culpables cuando pedimos algo a cambio”, interviene Ana (Colombia). “Hay dificultad para recibir placer y sentirme merecedorx de ello, que las cosas pasen en mis términos o que haya equilibrio entre las personas que hacen el intercambio. Con el dinero pasa lo mismo, un intercambio desequilibrado donde no nos sentimos merecedorxs de estar flotando en billetes. En el espacio activista es mejor que nadie sepa si nos va bien, si nos ganamos un fondo, si nos estamos pagando… porque parece que todo lo que hacemos pierde valor”, concluye.

“Hay una sensación como de que no debería cobrar. Ni sé cuánto vale mi trabajo”, agrega Dani La Waira (Ecuador). “Es una situación muy extraña porque entiendo que lo necesito, que tengo que pagar arriendo, que me siento súper oprimida a veces y quiero darme cositas… Pero al momento de poner un valor entran un montón de dudas y si obtengo un pago, siento culpa.”

“Estoy devolviendo dinero que nos dieron para un proyecto porque era un fondo para hacer activismo pero no para que nosotras sobreviviéramos”, exclama Andi (Guatemala). “Eso nos generó mucha culpa. Una no podía pagar la renta, la otra no podía comer, pero para hacer activismo sí hay que estar y qué doloroso. Es una batalla gigante con las financiadoras porque esperan un gran trabajo de nuestra parte por muy poco dinero. Por lo general, esos fondos no son suficientes para cuidarnos”, concluye.

“En mi última organización, yo hacía de todo por un sueldo mínimo y otras veces sin sueldo”, comenta Jessica (Ecuador). “Después de casi 10 años, me salí. Recientemente, conversé con una ex compañera que me dijo que como yo ya no trabajaba ahí, ahora le tenían que pagar a alguien para que haga lo que yo hacía. Una especie de reclamo por no poder seguirme explotando.” 

Discursos del trabajo y el descanso

¿Cuáles son los discursos en el activismo que nos están impidiendo salir de los círculos de violencia económica? Para reflexionar, Malicia (México) abre una ventana: “Cuéntenme chiques, ¿cuál es el peor trabajo que han tenido? ¿Qué actividades comprendía, cuántas horas trabajaban, cuántos días a la semana? ¿Qué zapatos, maquillaje o ropa tenían que usar? ¿Se les exigía algo de su presentación, vestimenta o comportamiento?” 

“Durante mi carrera universitaria, trabajé como mesera por casi siete años”, responde La Gracia (Colombia). “Pasé por un montón de exigencias de belleza, pero no había una valoración o pago por ello. Además, muchas veces los clientes creían que yo venía incluida en la carta. Me tocaban, me hacían propuestas sexuales y por exigir respeto tuve problemas con las personas que me contrataban. Además, como mesera te obligan a sonreír y tener mucha actitud cuando prácticamente eres la esclava de los comensales. Eso costeó mi carrera y lo agradezco pero fue una mierda.”

“A mí también me conflictúa mucho este tema”, agrega Judith Gustavo (Ecuador). “Siempre el discurso de ponerse la camiseta, de hacer todo por amor… El asunto es que cuando lo reflexionas de esa forma, ajá, yo doy amor y ¿qué recibo a cambio? ¿las gracias? A veces ni eso. Como que se entiende que esa es tu contribución al mundo pero no se piensa en remunerarnos por ello. Nos enseñan a sentirnos culpables por querer o necesitar.”

En mi caso, en estos momentos lo tengo muy a flor de piel”, interviene Nuen (México). “Estoy pidiendo apoyo económico para mi mastectomía y estoy trabajando mucho la culpa de pedir dinero a extraños para una operación cara. Culpa de no sentirme merecedor de recibirlo aunque sí hago activismo gratis.”

Reconocernos merecedorxs de placer

¿Cómo podemos las comunidades sexodisidentes recuperar poder en nuestra sexualidad? ¿Cómo transformamos la culpa y sanamos los dolores del rechazo? ¿Cómo nos reconocemos merecedorxs de placer?

“A mí algo que me sirvió mucho fue enunciarme desde el merecer”, comparte Marian (México). “Yo merezco tener dinero, yo merezco vivir en el cuerpo que quiero, yo merezco sentirme bien con mi cuerpo… Cuando te enuncias desde el merecer es diferente porque todas las cuerpas lo merecen. Ya no se reduce a sólo las cuerpas flacas, blancas, hegemónicas… El merecer es universal. Todas las cuerpas merecen sentirlo.”

“Todxs estamos llenxs de incongruencias, me llevo esa máxima. Yo Marian Rocha (México) estoy llena de incongruencias. Y si me gusta ser bonita y eso va en contra de mis activismos y mi decolonialidad, pues me toca usar la calle. Decía Rita Segato que si seguimos así vamos a llegar a un punto en el que las personas decoloniales no caminaremos en la calle iluminada porque es muy colonial caminar donde hay luz, agua, servicio de baño…  pensarnos así es inhumano. Ella decía que no podemos borrar la historia, pero sí podemos ver qué hacemos con lo que existe para reclamar nuestro merecer, el de todas las cuerpas. Es un proceso constante. Tenemos que encontrarnos ahí porque lo merecemos.”

Educación sexual y negociación del placer

“Quiero que pongamos en práctica la negociación del placer desde el cuerpo”, Nany (México) comienza una nueva dinámica. “Ya sabemos que desde la oralidad podemos expresar lo que deseamos, pero ¿qué pasa cuándo no podemos hablar? ¿o no queremos hablar o no se nos escucha? Es importante ser conscientes de los obstáculos que nos impiden dialogar acuerdos satisfactorios.”

Nany (México) comparte las instrucciones de una serie de dinámicas donde lxs participantes van, ronda tras ronda, ejercitando el músculo del coqueteo y la negociación, desde el cuerpo y la palabra. Nos invita a explorar nuestra respiración, nuestra mirada, los pequeños gestos, las manos y el resto del cuerpo como medios para comunicar nuestro deseo. ¿Cómo expresa nuestro cuerpo erotismo, consentimiento, placer, rechazo? ¿Cuál es mi lenguaje del placer? ¿Cómo son mis códigos eróticos?

Esta etapa de la sesión termina con una última actividad: “Vamos a jugar un bonito juego que se llama Si alguien en la sala…”, aclara Nany (México). “Es muy sencillo. Son rondas de negociaciones rápidas donde ustedes ofrecen y piden algo relacionado a su placer.” La indicación es sencilla: haremos intercambios eróticos desde la virtualidad. Lxs activistas y sanadorxs juegan y ríen, mientras poco a poco transforman la pena y el nerviosismo, en risa y coqueteo.

Después de una intensa jornada de cuestionamientos, prendas quitadas y mucha piel, poco a poco vamos dando cierre a nuestro encuentro erótico. Sanar las heridas que los sistemas de poder han dejado en nuestra sexualidad tomará tiempo. Pero esta sesión ha abierto una puerta, ha plantado una semilla, con urgencia de germinar.

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