Descubrir que nuestras historias merecen ser contadas y que contarlas cambia el mundo.

Escrito el 16 de marzo del 2017, por Al Borde.

 

Este artículo fue escrito por nuestra compañera Ana Lucia Ramírez* para la Revista Max, publicación anual sin fines de lucro editada por QuitoGay, donde fue publicado en noviembre de 2016 en el marco del Festival de Cine LGBT “El lugar sin limites”.

 

“No sabía, que no sabía leer ni escribir hasta que me gritaron: maricón y mis hermanos me pegaron para que me defendiera”, esta frase hace parte de la memoria narrada en el documental autobiográfico Loka, Loka, Loka (Santiago, 2011), dirigido por la activista travesti Claudia Rodríguez, participante de la 2da. Escuela Audiovisual Al Borde, donde ella reflexiona sobre cómo no saber leer ni escribir, hace de los cuerpos travestis cuerpos para ser odiados.

Leer y escribir, tal como la creación audiovisual abren la posibilidad para narrarnos con voz propia, para contar quiénes hemos sido, cómo soñamos ser, quiénes estamos siendo. Para establecer puentes con otrxs, para saber que no estamos solxs.

Han pasado ya 5 años desde esa segunda Escuela realizada con activistas trans y travestis en Chile, desde entonces Mujeres Al Borde, hemos itinerado con nuestras cámaras, microfonos y equipos de edición por distintas ciudades de América del Sur, haciendo de la realización documental y del cine comunitario, espacios de creación y rebeldia transfeminista.

Así hemos llegado a crear 19 documentales autobiográficos hechos comunitariamente por activistas de Bogotá (Colombia), La Plata (Argentina), Asunción (Paraguay), Santiago (Chile), Quito y Guayaquil (Ecuador). Llevando al video historias documentales narradas desde los bordes del género y la sexualidad por sus propixs protagonistas, creadas en procesos donde política, afecto, cuerpo, memoria, sanación y audiovisual se entrelazan estrechamente.

Estos relatos comparten un elemento esencial, fueron concebidos como historias que no podían, no debian, no merecían ser contadas. Es algo que siempre conversamos con el público cuando proyectamos nuestros documentales, basta con preguntarnos:

¿Cuántas películas dirigidas y protagonizadas por personas trans hemos visto?, o ¿Cuántos años pasaron hasta que pudimos ver en una pelicula la escena de un beso entre dos personas del mismo sexo, o una historia de amor lésbica o gay que no finalizara tragicamente?… Si usted es una persona cisgénero[1] cierre los ojos e imaginese qué idea tendría de sí mismx y de sus posibilidades de existencia, si durante los primeros 35 años de su vida nunca vio una película dirigida ni protagonizada por un hombre o una mujer cis. O si usted es heterosexual, ¿cómo le habría influido tener que esperar hasta los 20 -como mínimo- para ver una historia donde un amor como el suyo fuera posible?.

La gran mayoría de personas lesbianas, gays, bisexuales, pansexuales, trans, queer e intersex en América del Sur, hemos crecido en un mundo carente de nuestras imágenes, nuestras palabras, nuestras memorias. No existir simbolicamente tiene efectos graves y concretos sobre la vida de lxs disidentes sexuales y de género: nos convierte en cuerpos y existencias que deben ser aniquiladas. En este contexto, tomar una cámara para contar la historia propia y para colaborar a que alguien que ha vivido violencias similares a las mías pueda contar la suya, esa historia que tantas veces se nos pidió o se nos obligó esconder, se convierte en un acto profundamente revolucionario, es abrir posibilidades para nuestras existencias y las de muchxs otrxs.

Con cada uno de los documentales que hemos realizado, nos rebelamos a seguir siendo habladxs y explicadxs por otros, a continuar ocupando el lugar de consumidorxs de historias donde los personajes que nos representan son las víctimas eternas o donde simplemente no existimos, ese lugar activado por y para el sostenimiento del orden poscolonial, el patriarcado, el binario de género y la heterosexualidad obligatoria.

Historias que merecen ser vistas y escuchadas

Una querida amiga nuestra que se dedica a la exhibición alternativa de audiovisuales, dice que las películas comienzan justo cuando terminan de hacerse; es el momento en que la película cobra vida en frente de los ojos de públicos diversos, es la oportunidad de que otrxs sean tocadxs por historias nuevas, que les hagan pensar y sentir que otras formas de habitar el mundo son deseables y posibles.

Para septiembre del año 2016, nuestras historias habían sido vistas por más de 3 mil pesonas en casi 100 festivales y muestras de cine y video en todo el mundo. También hemos llegado a cientos de lugares públicos, alternativos, comunitarios y de activismo, proyectadas en muros de parques, plazas, universidades, casas comunitarias, encuentros feministas, espacios LBTIQ y hasta iglesias, ante públicos igualmente heterogeneos.

Algunos de los documentales han sido premiados y reconocidos con menciones honorificas en varios Festivales, en el 2012, la Escuela como proyecto obtuvo un reconocimiento en el FESTDVQ, en Venezuela, en el mismo año, “Transhumante” (Santiago, 2011), dirigida por Damian San Martín, ganó el premio a mejor corto documental en El lugar sin limites, de Ecuador, también “Transformaciones del alma” dirigido por Jimena Norambuena e Impuesto de Salida dirigido por Jorge Medranda recibieron la misma distinción en el DONAMCINE de Barcelona y el LESGAICINEMAD de Madrid, respectivamente.

En el Festival “El lugar sin limites” de este año exhibiremos 4 maravillosos documentales de la Escuela más reciente (la número 5)[2], donde Gabrielle, Jorge, Jessi y Aritza, comparten sus historias. Activistas que trabajan en Ecuador, desde el Colectivo Sentimos Diverso, Fundación Causana, Mujer & Mujer, personas que han hecho de sus disidencias sexuales, corporales, identitarias, lugares para activar cambios en el mundo, para cuestionar y enfrentar las injusticias, los sistemas opresores, para crear e imaginar posibilidades de vida más justa y más libre.

Contamos historias de amor, placer, lucha, disidencia, llenas de descubrimientos, transitos y transgresiones, de besos y cuerpos libres. Lo hacemos desde el cine comunitario, ese que se hace desde abajo y con el corazón. Cada una de ellas nos recuerda que no estamos solxs, nos convierte en cuerpos para ser amados, contarlas cambia el mundo!

*Ana diseñó la metodología de la Escuela y es la coordinadora del proyecto desde su inicio.

[1] Personas que se identifican con el género que les fue asignado al nacer.

[2] Esta quinta Escuela ha sido posible gracias a la complicidad y el cariño del Colectivo Sentimos Diverso, organización anfitriona en Ecuador, y el apoyo fundamental de Mama Cash y Astraea, fondos feministas dedicados a colaborar económicamente con iniciativas de mujeres, niñas, personas trans y comunidades LGBT que hacemos otro mundo posible.

 

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