Cultiva tu sensualidad y cosecha una fortuna

Escrito el 12 de marzo del 2022, por Nany Guerrerx.

El placer también se negocia

y negociar es un placer.

En Mujeres Al Borde no nos cansamos de decir que nuestro deseo es nuestra revolución. El placer y la energía erótica son herramientas que podemos reconocer y transformar para cultivar vidas más sensuales, divertidas y autónomas. 

Para fortalecer nuestra relación con nuestra energía erótica/sexual, tuvimos cuatro sesiones de placer y negociación con Nina Nina (México), artista y educadorx de México que nos acompañó en este ciclo de talleres “Florecer en mí”. Éste forma parte de Semilleros en el Ciberespacio, un esfuerzo de Mujeres Al Borde por generar espacios de cuidado y sanación transfeminista para activistas y sanadorxs de Latinoamérica.

Durante las sesiones, exploramos nuestra relación con el placer, el dinero, el poder y los límites a través de juegos y dinámicas de seducción y coqueteo que ponían a prueba nuestras habilidades de negociación.

“Empecé a generar estos espacios de placer y negociación porque más de una vez me quebré trabajando o haciendo activismo. No tenía dinero para comer pero siempre estaba disponible para ayudar a otrxs. Me estaba comiendo la depresión, no podía ni dormir, tenía seis trabajos… Hasta que, en un punto de quiebre, tuve que decidir qué cosas tenían que cambiar para que yo pudiera comer, dormir y vivir mejor. Muchas veces eso significó dejar de ayudar a quienes quería ayudar porque yo también necesitaba ayuda. Para poder apoyar a otrxs tenemos que hacer el gran trabajo de cuidarnos a nosotrxs mismxs primero.”, inaugura Nina (México).

Nuestra relación con el placer

Desde cartografías de placer hasta espectros de nuestro placer sexual, Nina dirige ejercicios donde reflexionamos sobre la relación con nuestro placer. Nos preguntamos: ¿Cuáles son mis días más y menos placenteros? ¿Cuántas horas destino a mi placer al día, a la semana, al mes? ¿Con quiénes comparto mi placer? ¿En qué lugares siento más placer? Entre otras cosas. Observamos los obstáculos y desafíos que tenemos frente a nuestro disfrute y ponemos atención a nuestros calendarios. 

Damián (Chile) inicia compartiendo cómo vive la relación culpa/placer como un obstáculo del disfrute: “A veces me genera entre culpa y placer aislarme. Me arranco del mundo, dejo de contestar mensajes. Cuando me buscan de vuelta me siento culpable, porque estoy evadiendo al mundo un rato y termino pidiendo disculpas por ausentarme…”

“En mi caso, mi relación con el placer siempre fue muy conflictiva; no quería acercarme a él. Mi concepción era que yo fuera algo que sirviera para el placer de otrxs”, comenta Luz (Colombia).

“Yo, a veces tiendo a poner expectativas muy altas y eso me impide disfrutar el momento”, teje Caro (México). “Me gusta mucho estar solo y a veces estar acompañado dificulta mi disfrute. Pienso que también la disforia me frena para disfrutar al máximo.”

Entre activistas compartimos nuestros placeres, y advertimos que nuestros deseos no son tan diferentes: los mangos, la intuición, hacer yoga, el ejercicio, la comida, compartir amores, sacarnos fotos desnudxs, gritar, las recetas de comida, la ropa cortita, llorar, bailar vogue, perrear, desculonizarnos, meditar, la lluvia, entregarnos a las mieles de la lesbiandad… Escuchamos a nuestro cuerpo con atención y reconocemos nuestros placeres. Juntxs, pensamos e imaginamos estrategias para hackear nuestros calendarios y potenciar vidas más sensuales, en una conspiración deliciosa.

Nuestra relación con el dinero

¿Cómo afecta el capitalismo a nuestra relación con el placer? ¿Cómo se cruzan los sistemas de poder del mundo con mi erotismo? ¿Cómo es tu relación con la negociación del dinero? ¿Cómo te sientes en cuanto a habilidades de negociación? ¿Te cuesta decir o reconocer lo que quieres/necesitas? ¿Te pones nerviosx o sabes decir lo que quieres sin temblar? ¿Sientes que te da pena cobrar de más?

Jean Paul (Colombia) reflexiona sobre las dificultades para pedir un pago: “Nunca he resuelto cómo cobrar por las cosas que hago y es un problema. Constantemente llevo casos de diagnóstico de VIH+ y me toma mucho tiempo escuchar a las personas, explicarles y animarles. Ellxs no tienen muchos recursos y nunca les cobro porque eso me apasiona, aunque a veces me sobrecarga la cantidad de casos. Yo todo eso lo hago como activista porque lo asumo y porque me gusta. Pero es mucho el tiempo que me exige, me siento un terapeuta pero sin cobrar. Algunas veces me siento atosigado, preocupado por cosas externas a mí que llegan de un momento a otro.”

“Yo llevo veintiún años haciendo activismo con Clau”, añade Ana (Colombia). “Los primeros ochos nunca recibimos ni un centavo. Dábamos todo nuestro tiempo y dinero para hacer cosas para la comunidad. Desde aquellas épocas, muchas veces dijeron que estábamos lucrando cuando vendíamos boletos para las obras de teatro; y en realidad eso ni siquiera alcanzaba para pagar la renta del teatro. Cuando por fin obtuvimos financiamientos y pudimos pagarnos nuestro propio sueldo, me sentí nada cuidada por mi propia comunidad. Creo que eso nos pasa mucho a todxs lxs activistas. Nos piden cosas al punto de la exigencia, que siempre tengamos que darlo todo sin esperar nada a cambio. Si en algún momento no queremos entonces somos malxs… A veces amo mucho mi activisimo pero a veces la gente es súper odiosa. El activismo se convierte en un espacio de auto explotación o de explotarnos unxs a otrxs.”

Damián (Chile) continúa: “Hace muchos años, al fin había logrado obtener un sueldo por mi activismo. Un sueldo mínimo con el que apenas podía sobrevivir. Le tenía mucho terror a la vida real, al mundo cis-hetero, por lo que tampoco me atrevía a buscar otras fuentes de ingreso. Empecé a dormir más para dejar de comer y ahorrar. Me afectó a nivel psicológico y me ocasionó problemas con mi pareja. Al finalizar el año, estaba suicida. Pensaba que no valía mi trabajo, mi esfuerzo, mi tiempo… yo no valía. Ahí me divorcié mucho de los feminismos que venía escuchando, de la organización, de mucha gente… Tenía que empezar a sanarme. Fue cabrón”.

Todxs escuchamos. Sin duda muchxs nos podemos sentir identificadxs con la sensación de desesperanza que conlleva vivir en modo supervivencia, el no recibir lo justo por nuestra labor activista. El no sentir que nuestro trabajo tiene valor, que no merecemos vivir con dignidad y abundancia.

Repensar el poder

Nina (México) nos indica que negociar es un músculo: es algo que se hace, se practica, se perfecciona. En estos espacios guiados de negociación y juego, fortalecemos nuestras habilidades para después utilizar estas herramientas allá afuera, en esa otra realidad. Creamos espacios utópicos y reales desde la virtualidad en los que navegamos hacia la construcción de relaciones más sanas. Entre nosotrxs, entre lxs amigxs, la familia y lxs colegas, entre quienes quieren explotarnos y a quienes queremos ayudar. 

“Gracias por permitirnos fantasear e imaginar, ¡qué deli! Aprendí que muchos de mis placeres dependen de la presencia de otrxs… Me lo llevo para construir más espacios de placer conmigo mismx y abrazar la magia de la soledad”, dice Martín (Colombia).  “¡Ah! ¡También aprendí que el humor es una gran herramienta para negociar!” “Yo me voy contenta, sonrojada, cachonda y lista para chupar mangos”, responde Metztli (México). “¡Y yo con maripositas en el estómago!”, agrega Jean Paul (Colombia).

“Necesitaba estar con ustedes. Estoy entrando en un caos re-loco porque soy cuidadora permanente y estar todo el tiempo pendiente es complejo. Gracias a la vida, tengo amigas que me ayudan a salir pero ¡necesito seguir sanando!”, expresa Luz (Colombia)

“Somos merecedorxs de dinero, nuestro trabajo sí importa, merecemos poder vivir en paz, tener acceso al alimento saludable, techo y movilidad. Me voy renovadx y feliz. Con la reflexión de que se puede negociar de diversas formas, lo importante es la intención. ¡Que venga el dinero! ¡Negociación como práctica de autocuidado y gozo!”, comenta Damián (Chile). “¡A mí me gusta la idea de tener alternativas durante las negociaciones!”, dice Laure (Colombia).

“Yo descubrí que me demoro para negociar y explicitar lo que me gusta, pero que ¡tengo harta imaginación para negociar! Quiero seguir jugando así, lo disfruto mucho”, dice Alekius (Chile). Clau (Colombia) no se queda atrás: “¡Pues yo voy a cobrar más!”, añade.

“Me voy con la idea de que podemos negociar desde lugares cómodos”, dice Arturo Nicolás (Perú). “Y yo, pensando en la negociación como un juego de autoconocimiento y la justa retribución…”, acompaña Caro (México).

Cerramos este encuentro, agradeciendo enormemente a lxs increíbles activistxs que nos acompañaron en este viaje con sus historias, su sensualidad y su goce. ¡Estamos felices de encontrarnos desde el placer! Sin duda, nuestras conexiones son profundas y deliciosas cuando conectamos desde el deseo.

Les invitamos a estar pendientes de los próximos ciclos de talleres, encuentros y herramientas que Mujeres Al Borde apasionadamente investiga de la mano de amigxs y colegxs. ¡Por vidas más justas y placenteras!

Nos Apoyan